29 diciembre

LLEGADA A EBOLOWA

Todavía no es de día cuando me voy, hay mucha niebla, el objetivo del día es llegar a Oyen, una ciudad a unos cien kilómetros de la frontera con Camerún. El camino para los primeros cien kilómetros está pavimentado pero lleno de baches, la velocidad no puede ser alta, pero no importa, tengo todo el día por delante. El paisaje que veo pasar es el típico del bosque, mucha y densa vegetación, todo verde. Después de aproximadamente cien kilómetros, el camino se vuelve casi perfecto y, por lo tanto, dado el poco tráfico, aumento un poco mi velocidad. En el camino, muchas aldeas pequeñas, pero al principio y al final de ellas, puntos de control donde los motociclistas normalmente no se detienen, sino que me detienen puntualmente, la verificación del pasaporte y todo lo demás. La molestia es que de esta manera me arriesgo a no llegar a ninguna parte. Solo detengo el tiempo para obtener gasolina, beber y comer algo. Sé que tengo que descansar, estoy muy cansado, pero afortunadamente mi concentración nunca falla. Llego a Oyen a la una en punto, decido ir a la frontera, hay dos fronteras con costras y si las paso hoy, mañana puedo llegar más tranquilo a Dogala, donde Pier, un caballero que ya había recibido a Franco el año pasado, me está esperando. Llego a la aduana de Gabón, pensando que me llevará mucho tiempo, dados los cheques que tenía durante el día, sin embargo, diez minutos y retiro mi pasaporte. Me dirijo a las costumbres de Camerún. A la entrada de la frontera hay una cabaña de madera. Adentro, un hombre y una mujer que, con un libro que contiene datos del pasaporte y obviamente todo escrito a mano, se toman una hora para escribir la lista de todas las visas que tengo en mi pasaporte. Después de media hora, molesto, le pregunto (en Trentino) para qué sirven los datos de las otras visas. Me pregunta dónde voy a dormir y un poco molesto, le respondo que depende de cuánto tiempo lleve poner el sello en mi pasaporte. Dos minutos después tenía mi pasaporte y salimos. Ahora voy a buscar la costumbre para el cuaderno. Después de unos kilómetros encuentro la oficina y en cinco minutos vuelvo a la bicicleta. Son las cuatro y media, en Ebolowa hay unos cien kilómetros de distancia, primero había decidido parar en Ambam, pero luego, dado el tiempo, decido continuar hacia Ebolowa. Alrededor de las seis en punto están a unos treinta kilómetros de distancia, pero desafortunadamente pincho el neumático trasero. Para no perderse nada, comienza a inundarse. No hay problema, saco el kit de reparación y en cinco minutos estoy listo para comenzar. Llego a Ebolowa a las seis y media, está oscureciendo, me lleno y luego voy a buscar un lugar para dormir. En la calle me encuentro con un chico que me lleva a un pequeño hotel a buen precio pero sobre todo tiene wifi. Puedo decirle a casa que todo está bien, pero también Pier, que llega un día antes.

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